Los seguros de vida ahorro se han convertido en el caballo ganador de
los productos de inversión. Con la guerra del pasivo congelada, la
sostenibilidad del sistema público de pensiones en entredicho y unos
pobres registros en los planes de pensiones, estos vehículos se han
convertido en un salvavidas para capear el temporal.
Y las cifras
así lo demuestran. El año pasado, los planes de previsión asegurados
(PPA) aumentaron sus activos bajo gestión un 28%, mientras que los
planes individuales de ahorro sistemático (PIAS) los elevaron un 22%,
según los datos de la patronal del seguro, Unespa. Por el contrario, el
patrimonio de los planes de pensiones individuales sólo se incrementó un
3,7% y fue debido en su totalidad a la revalorización de los
subyacentes.
Las claves de que estos productos gocen del favor de los inversores son varias, pero una de las principales es “el apetito por la garantía”,
como reconoce Marta León, gerente del ramo Vida de Mutua Madrileña.
“Tras las nuevas recomendaciones del Banco de España sobre la
remuneración de los depósitos, los inversores buscan alternativas a los
depósitos y los seguros de ahorro las ofrecen”, apunta.
La garantía es prácticamente la diferencia principal entre los PPA y los planes de pensiones. Ambos productos tienen el mismo tratamiento fiscal
(las prestaciones tributan como rendimientos del trabajo en el IRPF,
mientras que las aportaciones permiten a los ahorradores beneficiarse
de una reducción en la base imponible con un límite de hasta 10.000
euros, salvo para los mayores de 50 años, para los que es de 12.000) y
son ilíquidos –sólo se pueden rescatar en caso de jubilación o en los supuestos especiales de rescate contemplados en la ley: paro de larga duración o enfermedad grave-.
Lo que separa a ambos vehículos es que la rentabilidad de
los planes está vinculada a la evolución del mercado (salvo en el caso
de los garantizados), mientras que en los PPA el retorno está siempre
asegurado. Actualmente, se están registrando muchos traspasos de planes a
PPA “los activos son traspasables de un producto a otro sin
penalización y hay mucho cliente descontento con la rentabilidad que han
ofrecido los planes”, subraya León.
En lo que respecta a los PIAS, su ventaja fundamental es la fiscalidad,
aunque con condiciones. A la hora de reembolsar el ahorro, las
plusvalías generadas están exentas de tributación siempre que el
producto se haya mantenido durante al menos 10 años y el dinero se
reembolse en modalidad vitalicia, es decir, en forma de rentas
periódicas, que generalmente suelen ser mensuales. Dichas rentas
tributan como rendimientos del capital mobiliario y se integran en la
base imponible del ahorro, multiplicada por un determinado porcentaje en
función de la edad del inversor en el momento de la constitución de la
renta.
A partir de los 60 años es cuando la retención pasa a tener
sustanciales mejoras. A medida que el cliente va cumpliendo años estas
retenciones son cada vez más bajas, pudiendo llegar a reducirse hasta en
ocho puntos porcentuales. “Es una de las principales ventajas frente a
otros productos de inversión como los depósitos, que siempre tributan a
un 21% pero, más allá de esto, los seguros tienen más inconvenientes que
ventajas”, apunta Félix González, director de la EAFI -empresa de
asesoramiento financiero- Capitalia Familiar.
González considera que estos productos son poco transparentes
ya que no siempre está claro cómo invierten su cartera, “algo que no
sucede en el caso de los fondos de inversión”. Además, están carentes de
liquidez (durante el periodo de permanencia, el cliente no puede
recuperar su inversión) y su valor de rescate es sensiblemente inferior
al capital aportado. “Durante los dos primeros años, las minusvalías
latentes pueden ser aceptables, pero pasado este tiempo se acaban
convirtiendo en pérdidas”.
Por su parte, desde Atlántica Asesores inciden también en que estos productos cuentan con comisiones de
gestión, apertura… que restan todavía más brillo a la rentabilidad
ofrecida. “Tras el fin de la guerra del pasivo, hay una contienda
abierta entre las entidades financieras y las aseguradoras, sin olvidar
que algunas de estas últimas pertenecen a los bancos y lanzan productos
encaminados a evitar la fuga de depósitos”, afirman desde la EAFI.
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